¿Cuántas
veces has reído hasta llorar? ¿Cuántas veces te has quedado sin aliento?
¿Cuántas veces has sonreído delante de la pantalla como un gilipollas? ¿Cuántas
veces te has caído, pero cuántas te has levantado? Que de qué nos sirve ponerle
mala cara al tiempo, si por ello no va a cambiar. De qué nos sirve tenerle
miedo al amor si vamos a acabar cayendo. Equivócate, caete, levántate con la
mejor de tus sonrisas y grítale al mundo. ¿El qué tienes que gritarle? No lo
sé. Eso lo sabrás tú. Sonríe cuando todos estén mal, y cuando no comprendas un
chiste. Sácale la lengua al que haya intentado joderte, y al que te prohíba
algo. Que si quieres pasar donde ponga prohibido el paso, pues pasa. Sí,
seguramente luego veas que no ha sido la mejor opción pero, ¡Qué mas da! Has
hecho lo que querías, no lo que debías. Confunde a tu jefe de estudios con un
chino con carrito de la compra (Lo he hecho), y deja que tus amigos se descojonen
vivos cuando grites su nombre, porque no te crees que sea un chino con carrito
de la compra incluído. Da vueltas alrededor de una piedra, que te vea quien
quiera, porque el problema es suyo, no tuyo. Apuéstate algo con alguien y
cuando vayas a perder, grita ¡Trampa! sin ningún motivo y con una
sonrisa de oreja a oreja. Di cosas sin sentido con tus mejores amigas a las 2
de la mañana, y deja que los demás flipen con ello. Saluda cuando alguien te
mire. Cámbiate de acera cuando veas a alguien con el que no quieres cruzarte,
pero hazlo a los descarado, que sino no tiene gracia. Quédate despierto hasta
la madrugada a la espera de alguien, y vete a dormir sin haber hablado con esa
persona. Rómpete los pies con los tacones y 2 horas caminando. Juega, salta,
canta. Ríe. Vive.
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